En el mundillo editorial se comenta que la promoción del premio Planeta es una de las más duras que existen. Pero no hay nada que un millón de euros no pueda compensar. Los escritores se someten a cuatro semanas de presentaciones, entrevistas, posados y tournées nacionales para llegar a la campaña de Navidad con los deberes hechos. Este año, además, se suma algún que otro plató de televisión.
La razón no es otra que Carmen Mola, mucho más que una «ganadora» al uso. Para empezar, porque en realidad son tres hombres. Pero también porque la elección del seudónimo femenino ha causado tal revuelo que ha alcanzado el debate público y el prime time. Gracias a eso acaban de dar luz verde a una segunda edición sin que la primera haya pisado aún las librerías. La escasez de papel y materiales no es un problema para los gigantes editoriales.
Con las dos voluminosas novelas premiadas recién salidas del horno y sin tiempo efectivo para leerlas, la prensa acude a la llamada del Planeta. En la sala de un hotel de Madrid aguardan los tres ganadores detrás de Carmen Mola –Agustín Martínez, Jorge Díaz y Antonio Mercero–, pero también Paloma Sánchez-Garnica, la merecedora del finalista. Una mujer con ocho novelas de éxito a sus espaldas y que ha quedado algo eclipsada por su ficticia compañera. Ella se lo toma con humor y defiende con ahínco la obra y las intenciones de los tres hombres, aunque es muy consciente de quiénes van a acaparar los titulares. «Yo no soy polémica, a mí no me invitan al Hormiguero«, dice medio de guasa.
Martínez, Díaz y Mercero aseguran que solo ahora empiezan a ser conscientes del torbellino que han creado. Entienden que los periodistas y los lectores tengan muchas preguntas, pero están dispuestos a responderlas todas. «Lo mejor es que cuando uno no tiene ganas, hay dos más», bromea Agustín Martínez, guionista de Sin tetas no hay paraíso o Crematorio, y autor por separado de dos libros. «Nuestra historia es muy diferente de lo que la gente se imagina», promete el autor de 46 años.
«El seudónimo nace de una manera muy natural porque había que presentar el manuscrito a una editorial y, sin ningún plan premeditado, creamos a Carmen Mola», explica Martínez. «No hay nada maquiavélico detrás», continúa Jorge Díaz, de 59 años y guionista de Hospital Central junto a Antonio Mercero. Este último, que también es el novelista más avezado del grupo, reconoce que querían evitar poner sus tres nombres en la portada: «Podía disuadir al lector».
Pero más allá de esa estrategia y de demostrar que «la autoría colectiva funciona», rechazan que se estuviesen subiéndose a una ola de éxito de las novelas negras firmadas por mujeres. «No nos consta que con nombre de mujer se venda mejor. Pero quiero pensar que La novia gitana funcionó porque gustó la historia y no por el nombre de la portada. Ojalá fuese tan sencillo para ellas, porque estarían vendiendo todas como churros», justifica Mercero. «No queríamos que nadie sospechara y elegimos un nombre y una biografía ajena a nosotros: si hubiéramos elegido José Antonio nos habrían descubierto en dos días», alega Jorge Díaz. «No sentimos que hayamos invadido ningún espacio», dice Martínez.
Sin embargo, durante los cuatro años que ha durado la artimaña han ocupado un hueco en librerías especializadas en libros de mujeres, han aparecido en listas a raíz del 8M y en lotes de novelas feministas. Que Carmen Mola desaparezca ahora de esos espacios les parece «un ejercicio de coherencia», según Antonio Mercero, que también cree que los ofendidos por su revelación son «una minoría». En cualquier caso, lo lamentan y aseguran que nunca fue su intención. Sí que sostienen, sin embargo, que el seudónimo formaba parte «de un juego de disfraces que el lector ha aceptado».
Echando la vista atrás ¿cambiarían algo? ¿Quizá su relación con los periodistas, a los que también hicieron partícipes del juego? «Yo no cambiaría nada y a las pruebas me remito: nos ha ido muy bien. Todos los pasos, incluso los que parecen un error, nos han traído a este sitio en el que estamos hoy tan a gusto», describe Jorge Díaz.
Revelan que las preguntas de la prensa, en las que se hacían pasar por una profesora de mediana edad con tres hijos, las respondía quien estuviese más disponible de los tres. «De ahí muchas incoherencias, que es de lo que más nos arrepentimos. A veces era profesora de instituto y otras de universidad, o tenía tres hijos y al día siguiente dos. Deberíamos haber trabajado más la biografía de Carmen Mola», reconoce Agustín Martínez.
A seis manos escribieron La novia gitana, La nena y La red púrpura, trilogía protagonizada por la detective Elena Blanco. Ahora también firman como Carmen Mola la novela que ha obtenido el Planeta: La bestia, un thriller con tintes históricos ambientado en el Madrid de 1834. Esta novela tiene de nuevo pasajes muy violentos y sangrientos hacia las mujeres, en este caso hacia las niñas. Precisamente, el detalle que levantó la sospecha entre los lectores de Carmen Mola sobre su autoría masculina era el trato que da en las novelas a la violencia hacia la mujer.
«Creo que es equivocado pensar que la violencia explícita solo la escriben los hombres o es patrimonio masculino. No es verdad. La película Titane, Mariana Enriquez o la novela Lo que nos queda de noche son muy duras y están hechas por mujeres. La violencia no es patrimonio de nadie», expone Martínez.
«No nos planteamos una escena de violación o de violencia sexual desde una perspectiva femenina. No estoy de acuerdo en que se note que la escribe un hombre. ¿Una mujer no es capaz de escribir de esa manera? Para nada. Me puedo poner en los zapatos de una mujer, igual que me pongo en los zapatos de un asesino y nunca he matado a nadie. No entiendo esa diferencia de género», defiende Jorge Díaz. Su colega Agustín cree que «hay diferentes sensibilidades entre autores, pero no tienen nada que ver con el género».
«Nunca hemos intentado escribir como una mujer», aseguran. Esto no aplica a cuando fingían ser la propia Mola en las entrevistas. «Pero eso es llevar la ficción a las tapas del libro. Aunque sea con su nombre real, todo creador termina haciendo un personaje de sí mismo», concluye Martínez. No creen que eso les vaya a hacer perder lectores o perjudicar más que el anonimato. Aún así, «una cosa que tenemos aprendida como guionistas es que el éxito no es para siempre».
La noche que se desveló el pastel de Carmen Mola, otra mujer subió al escenario a recoger el segundo premio, el de finalista, valorado con 250.000 euros. Solo un voto le alejó de ser la ganadora principal, pero al menos ella sí que ha engrosado las filas de las mujeres que se han hecho con un premio Planeta. Lo ha hecho con Los últimos días en Berlín, su octavo libro y el segundo ambientado en la capital alemana y el preludio del Tercer Reich. También es el séptimo que publica con el Grupo Planeta: es una de las grandes superventas del sello.
«No creo que me haya perjudicado la polémica de Carmen Mola. Me fastidiaría que ellos lo creyesen, pero tienen mucho equilibrio mental. La polémica es buena: nunca se ha hablado tanto del Planeta como este año. Y ahí está mi novela, que se complementa muy bien con la de ellos. Si al lector le gusta la ganadora es muy probable que lleguen a la mía. Y viceversa. Necesitamos buenos libros y grandes ventas para motivar a la gente a leer», defiende.
Respecto al desequilibrio entre hombres y mujeres en el Planeta, cree que es porque «somos muchas y pisamos muy fuerte, pero aún nos queda camino». Menciona a Dolores Redondo, María Dueñas, Luz Gabás y Eva García Sáenz de Urturi como «nombres poderosos». Recalca que son todas «talluditas» porque reivindica la madurez y la experiencia en la escritura. Ella empezó después de casarse a los 19 años, de tener a sus dos hijos a los 23, de estudiar dos carreras –Derecho e Historia y Geografía–, de leer mucho y de colgar la toga. «A los 21 me la hubiese pegado», asegura, pues se necesita una paciencia y disciplina de las que entonces carecía.
Pero la espera mereció la pena: sus mayores éxitos han sido Las tres heridas (2012), La sonata del silencio (2014), que TVE adaptó a serie, Mi recuerdo es más fuerte que tu olvido (2016) y, sobre todo, La sospecha de Sofía (2019), que suma dieciséis ediciones. «Que una novela funcione o no depende de muchos factores: hay auténticos bodrios en las librerías y libros buenísimos en los cajones».
«Hay que empezar a fijarse en las historias más que en el nombre del autor o de la autora», reivindica. «Hay que hacerse hueco porque haces buena literatura, no porque seas mujer», aconseja. Pide deshacerse de los prejuicios, tanto a nivel editorial como de premios: «No me tienen que publicar ni me tienen que dar el Planeta porque sea mujer, sino porque hago buenos libros».
source La función de Carmen Mola empieza su gira: «La historia no es como la gente se imagina»